Ahora es tu momento, el momento de escuchar, de sentir tu propia voz, esa voz que te grita: “¡Estoy aquí! ¡Escúchame!”.
¿Cuántas veces has sentido que te ahogabas? ¿Has sentido o sientes esa presión en el pecho?
¿Cuántas veces te has sentido ignorada, ignorado, que tu voz valía poco, que lo que compartías cuando estabas con más personas, amigos, en reuniones de trabajo e incluso en comidas o cenas, era ignorado? Y callabas. Callabas con enfado, eso sí, aunque oculto. Lo mostrabas con gestos, quizás con pensamientos del tipo: “¡Se van a enterar!”.
Hemos aprendido a callar nuestra voz. Hemos aprendido a justificar por qué nos callamos, para qué…
Más, ¿sabes qué? Es hora de reconocer esos “patrones” de comportamiento. Digo bien, patrones. ¿Te suena la expresión “Donde hay patrón, no manda marinero”?
Pues así es, y en este caso, los programas están en el inconsciente, y ni nos damos cuenta de que rigen nuestra vida. Por eso es tan importante reconocerlos. Para ello, empecemos a modificar las palabras.
Las palabras moldean nuestra realidad.